Y ahí estaba yo, otra vez,
Mirando al cielo en el sombrío silencio,
Me acompañaba la oscuridad, el cielo y dos estrellas,
Una estaba fija en el firmamento, mientras la otra se despedía,
Como si tuviera prisa por ir a otro lugar.
Entonces me atreví a soñar,
Y a aquella que partía, le pedí una utopía,
Y fue así que sentí una silueta detrás,
Que me venía acompañar.
En ese momento fui capaz, de creer en los milagros.
Porque estabas ahí, hermosa, preciosa, silente,
Contemplando mi rostro y tocando mis manos,
Cerca de mi pecho y mis labios,
Como lo visualicé una y mil veces, en mi mente.
Y me atreví a cerrar mis ojos para tocar tus besos,
Acariciar tu pelo y decir te quiero,
Entonces, se volvieron eternos los segundos,
Se detuvo el mundo, y se creó un vacío profundo.
De pronto mi oscuridad se volvió luz, y no estabas tú,
Se tornó de colores el silencio,
Rodó una gota de llanto de mis ojos,
Y la rueda del tiempo comenzó a girar,
Contando los segundos, para en mi lecho blanco,
Volverte a buscar.
Vicente J. Lara